Leonidas Irarrázaval

La “Madre Rusia” y el “padrecito Putin”

Rusia es un país admirable. Uno de los mas grandes, variados y rico en toda clase de bienes. Su raza es preciosa, especialmente las mujeres jóvenes. Se hablan varios idiomas sonoros, envolventes con un cierto parecido a la pronunciación castellana y con un alfabeto complicado que para nosotros es como el chino o el japonés.

Por: Leonidas Irarrázaval | Publicado: Martes 15 de noviembre de 2011 a las 05:00 hrs.
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Leonidas Irarrázaval

Leonidas Irarrázaval

Rusia es un país admirable. Uno de los mas grandes, variados y rico en toda clase de bienes. Su raza es preciosa, especialmente las mujeres jóvenes. Se hablan varios idiomas sonoros, envolventes con un cierto parecido a la pronunciación castellana y con un alfabeto complicado que para nosotros es como el chino o el japonés.

He visitado tres veces Rusia después del derrumbe de la Unión Soviética. Antes, los diplomáticos chilenos no podíamos ingresar a ningún país del Este de Europa. Me dicen que mis visitas fueron mentirosas porque siempre fui en verano con sol, calor, días eternos y los rusos felices con su breve buen tiempo. Esto es cierto, pero en materia de frío, nieve, hielo y oscuridad me bastaron los años que trabajé en Noruega. En el último viaje a Rusia no quise hacer la típica visita turística San Petersburgo-Moscú, uniendo ambas ciudades por avión o tren expreso en pocas horas.

En San Petersburgo abordé un pequeño barco ruso de pasajeros y navegué mas de diez días por el Volga y otros ríos que atraviesan el corazón de Rusia. El barco se llamaba “Leonidas Sobolev”, lo que me confirmó en la idea que los rusos se han tomado el nombre Leonidas, el que casi ha desaparecido de Grecia de donde es originario.

En los pequeños puertos y muelles de recalada del Sobolev descubrí un inmenso país pobre. En lo que vi, nada de misiles ni grandes astilleros o industrias. Los campesinos aran sus campos con caballos percherones, aprovechando las largas noches soleadas. Los aserraderos no tenían maquinarias sofisticadas, sino sierras manuales con un operador a cada lado. Toda la gente de las riberas vestía modestamente. Con cantos y bailes trataban de vender sus productos artesanales a los 80 pasajeros que éramos rusos, alemanes y dos chilenos. Fue un viaje precioso que me cambió la arraigada noción de la gran potencia rusa que si se encuentra en otros sitios. A mi secretario le encantó la muchacha rusa que era intérprete sólo para nosotros dos. Todo el viaje lo pasó en la cabina de ella, según me dijo, “aprendiendo ruso”. La gran sorpresa fue que en Moscú se manejaba perfectamente con los nombres de las estaciones del metro escritos en cirílico.

Ahora los rusos van a elegir, en pocos meses más, a un nuevo “padrecito” como le decían a los zares. Nunca han tenido la menor idea de lo que significa la palabra democracia. Desde los zares de la Edad Media pasando por los 50 años de comunismo y desde la caída de la Unión Soviética hasta ahora. Indudablemente el elegido será Vladimir Putin, ex presidente y actual primer ministro. Durante su nuevo mandato piensa reformar la Constitución y permanecer en el poder hasta el año 2024…
Putin pretende volver a hacer de Rusia una súper potencia. El país tiene todo los elementos para lograrlo. Además, buenos términos con China, poder ascendente y regulares con Estados Unidos, potencia en descenso. En todo caso, puede ser un buen contrapeso para los poderíos extremos de Beijing y Washington. ¿En qué estará Chile para esos entonces? Aprendiendo chino y encomendándonos a Dios.

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